jueves, 28 de julio de 2011

LA BELLEZA DEL ENCUENTRO


De niña nos reuníamos todas juntas a jugar. Cuando faltaba alguna de nosotras nos lamentábamos y nos preguntábamos que habría pasado. Si la mamá la había puesto en penitencia, o tal vez no había hecho los deberes, pero de todas formas no nos preocupábamos y nos poníamos a jugar con todas las ganas y mucha alegría hasta que la noche entrara.

Hoy siendo adulta nos hemos elegido algunas mujeres para compartir en un Círculo llamado Purpurina.

Me pregunto si algo ha cambiado el sentimiento que tenía cuando era niña y me descubro con la misma alegría y ganas de compartir.

La diferencia está puesta en la magia que existe entre nosotras. No siempre estamos todas, no siempre nos vemos pero sí, siempre nos sentimos.

Hemos formado una red de colores que brilla permanentemente.

Nada está impuesto pero todo está dado.

Formamos una ronda uniéndonos más allá de las manos y danzamos llevando a nuestros corazones lo que necesitamos.

Eba no llegó pero brincó desde su lugar con los rostros de sus hijos y su familia. Luisa nos hizo danzar desde las Cataratas del Iguazú pasando por las misiones.

Nuestros colores se mezclan formando una luz auténtica de Amor. Nos lleva a viajar por diferentes partes de la Tierra y nos permite explorar todos los recodos de nuestros corazones.

Reverencio mi lugar y el lugar de cada una e invito a formar círculos de encuentros donde la protagonista sea nuestra verdadera Esencia.


Marta Vieyto Freitas

jueves, 7 de julio de 2011

Como el águila, debemos reinventarnos.

Que nosotros mismos somos nuestros propios enemigos es una verdad universal que cada vez más gente está dispuesta a aceptar. No es fácil asumir esta premisa, ya que implica hacerse responsable de TODO lo que nos sucede… cuento viejo… lo mismo de siempre… y es que a veces nos da pereza escuchar esas verdades que nos sacuden y nos “obligan” a reinventar nuevas excusas que nos permitan “un ratito más”, “cinco minutos más”…
Pero hoy escuche la historia de las águilas y decidí que quiero ser águila, quiero osar y tener la valentía que ellas tienen, al menos una vez en la vida... ¡o más!
Estos bellos animales son realmente longevos (viven unos 75 años) pero para vivir tantos años a la mitad de sus vidas deben tomar la decisión de si quieren seguir viviendo. Si deciden que sí, hacen acopio de víveres para sobrevivir una larga temporadita en la cima de una montaña en dónde se aislaran. Allí se desprenderán de su pico viejo, ya no les sirve, así que deberán arrancárselo a golpes contra las piedras. Entonces esperarán pacientemente a que les vuelva a crecer un pico nuevo, con el que se arrancarán las garras viejas que no les sirven. Después de esperar pacientemente a que les salgan unas nuevas, las usarán junto con el pico para arrancarse todas las plumas. Así, desnudas, esperarán a que unas nuevas les crezcan… y cuando completen su renovación emprenderán el vuelo hacia una nueva vida.
No importa dónde está la mitad de nuestras vidas, a los 30, 40, 60, 80… todos deberíamos ser un poco águilas, aprender a desprendernos de TODAS esas plumas viejas que ya no nos sirven, de esas viejas estructuras que sólo son un lastre para nuestras vidas, nos sirvieron en un momento, pero ya no más. Deberíamos tener el valor de arrancarnos el pico y dejar atrás esas convicciones que sólo nos hieren y nos enferman. Podríamos intentar arrancarnos todo lo que nos ata y no nos permite volar con las alas de la imaginación, con las alas del espíritu, como esas “uñas” ya que en el fondo sabemos que vuelven a crecer, más fuertes.
Como mínimo una vez en la vida deberíamos osar y atrevernos a ser águilas para reinventarnos según  nuevos patrones, dejar volar la imaginación y diseñarnos una piel nueva de luz, trajes de amor, un escudo de bondad y compasión. Ponernos una nueva capa de abrazos besos, que sean una antena cósmica para atraer todo lo bueno a nuestras vidas, que nos de fuerzas renovadas para aprender nuestras lecciones de forma más amable.
Como el águila, con elegancia, atrevernos a dejar atrás viejas formas, viejos tabús, creencias, para permitirnos esa renovación del alma, para poder resurgir como nuevos con toda la experiencia y la sabiduría de nuestros antiguos caminos, sin importar la edad o las circunstancias, porque el tiempo es relativo, y a veces cuenta más ese minuto de valentía que toda una vida de miedos y no de no atreverse a volar bien alto.
Eba